Un grupo de académicos del Departamento de Geografía de la Universidad de Murcia (UMU) han hecho un llamado urgente para fortalecer el sistema de monitoreo en la cuenca del río Segura y educar a la ciudadanía sobre las acciones a tomar frente a eventos catastróficos como inundaciones.
MURCIA, 9 de noviembre. Esta preocupación surge a raíz de un análisis que revela un incremento alarmante en la frecuencia de inundaciones y la extensión de áreas afectadas a lo largo del litoral mediterráneo en las últimas décadas. Alfredo Pérez, investigador y profesor de la UMU, destaca que este fenómeno está directamente ligado a la construcción desmedida en zonas con alto riesgo de inundabilidad, lo que es especialmente notorio en comunidades como la murciana.
Pérez explica que la mayor parte de estas obras se llevó a cabo entre 1950 y 2008, justo antes de la crisis del sector inmobiliario. Señala que antes de este período había una "percepción distorsionada" del peligro asociado a las inundaciones, en gran parte por la escasez de caudal en los arroyos, lo que fomentó una construcción invasiva en sus cauces naturales.
El académico resalta que hoy en día, una menor cantidad de lluvia es suficiente para desencadenar inundaciones, dada la extensa construcción en áreas vulnerables y la significativa transformación del entorno. Advierte que las superficies artificiales han creado un obstáculo para la infiltración del agua, lo que agrava la situación durante episodios de lluvia intensa.
La Unión Europea ya había alertado en 2007 sobre la necesidad de un sistema cartográfico que evidenciara las zonas de riesgo de inundación en España. En contraste, comunidades como la valenciana elaboraron planes sectoriales desde 2003, una iniciativa que aún no se ha materializado en la Región de Murcia, según indica Pérez.
Los planes de ordenación y su cartografía, desarrollados por las autoridades regionales y el Ministerio correspondiente, han revelado la desadaptación de muchas edificaciones al medio, señalando que se han erigido en áreas con un alto potencial de inundación, subraya el investigador de la UMU.
La última actualización del Plan de Gestión del Riesgo de Inundación (PGRI) de la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS) indica que actualmente hay 66.712 personas viviendo en zonas catalogadas como de Riesgo Potencial Significativo de Inundación (ARPSI) dentro de la cuenca, un dato alarmante que afecta a varios municipios, principalmente en Murcia, así como en localidades como Cartagena, Orihuela, Lorca y Torre Pacheco.
Pérez enfatiza que si bien no se puede controlar la naturaleza, sí es fundamental que las Administraciones Públicas adopten medidas preventivas que minimicen los daños. Propone una planificación sostenible que se adapte a las condiciones climáticas actuales y una mejora en la gestión del agua.
Para proteger a la población de efectos devastadores, el profesor ha insistido en la necesidad de educar a la ciudadanía sobre cómo comportarse durante inundaciones y la importancia de contar con sistemas de alerta temprana, que resultan menos costosos en comparación con las pérdidas que pueden generarse por falta de preparación.
Adicionalmente, ha propuesto invertir en investigación y la reforestación de áreas montañosas y cuencas altas como una forma efectiva de mitigar el impacto de futuras inundaciones. Resalta que la coordinación y cooperación entre diversas instituciones es clave en situaciones de emergencia.
Salvador Gil, colega de Pérez y también profesor de Geografía Humana en la UMU, ha agregado que es crucial instalar más pluviómetros en distintas áreas de la cuenca, conectándolos al Sistema Automático de Información Hidrológica (SAIH) de la CHS, además de implementar sirenas de alerta para informar a la ciudadanía sobre el peligro inminente, ya que depender únicamente de las notificaciones por teléfono móvil puede no ser suficiente.
Gil también ha llamado la atención sobre el respeto hacia la comunidad científica y ha planteado la necesidad de replantear el modelo urbano actual, que, sostiene, fue diseñado para un clima que ya no existe. Propone la idea de una ciudad más compacta, en lugar de la dispersión en parcelas individuales, lo que podría disminuir el consumo de suelo y recursos y reducir la ocupación de áreas vulnerables a inundaciones.
Finalmente, enfatiza la urgencia de considerar los efectos del cambio climático en la planificación urbana, sugiriendo que si antes la probabilidad de lluvias intensas era muy baja, las condiciones han cambiado radicalmente y ahora podrían presentarse much más frecuentemente. "Donde antes se esperaba una tormenta de 300 milímetros en seis horas cada 500 años, ahora podría ocurrir cada 100", concluye Gil.
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