La Catedral de Murcia, un emblemático símbolo arquitectónico de la región, es también un hervidero de relatos oscuros y maldiciones que han tejido su historia a lo largo de los siglos. Entre crímenes sin resolver, fantasmas vagando por el presente y la inquietante figura de Drácula, que supuestamente desembarcó en Cartagena, la cultura popular ha alimentado un auténtico mosaico aterrador.
La celebración de la Noche de Todos los Santos en Murcia siempre ha sido una ocasión para que las familias se reúnan, compartiendo palomitas de maíz mientras los ecos del pasado resurgen en sus conversaciones. Antonio Botías, cronista oficial de la ciudad, afirma que Murcia es un lugar que alberga extraordinarios misterios, convirtiéndola en una de las regiones más intrigantes del país.
Entre estas narrativas destaca la leyenda de La Mora, una campana ubicada en el Museo de la Catedral, cuya antigüedad se remonta a 1383. Sin embargo, el significado detrás de su nombre genera debates entre historiadores, al igual que la inscripción en latín que adorna su superficie, donde se invoca la protección divina.
Botías explica que la traducción de la leyenda sugiere una especie de exorcismo, destinado a ahuyentar entidades malignas y desastres naturales. La campana también presenta un pentagrama, símbolo ancestral de protección, asociado desde tiempos remotos a la Estrella de David y utilizado por diversas culturas.
La inquietante historia del esqueleto risueño, que alguna vez adornó la capilla de los Vélez, es igualmente fascinante. Según se dice, fue mandado esculpir por el marqués Pedro Fajardo, quien quería burlarse del obispo de Cartagena tras una acalorada disputa. Sin embargo, en los últimos años, el esqueleto ha desaparecido sin dejar rastro.
En contraste, la Virgen de las Preñadas, venerada por mujeres embarazadas, sigue firme en su lugar. La leyenda que la rodea trata de una mujer árabe en desgracia que, tras un encuentro con la imagen, finalmente recibe la gracia de dar a luz, convirtiendo a la estatua en símbolo de protección maternal.
Las supersticiones en torno a las tormentas son bastante prevalentes en la región. Aún hoy, en las áreas rurales de Murcia, las personas invocan a Santa Bárbara cuando los rayos iluminan el cielo. Acciones como arrojar sal al suelo o crear cruces con ella en las puertas reflejan una forma de resistencia cultural que perdura temporalmente.
Antiguamente, incluso se creía que fenómenos meteorológicos podían interferir en actividades cotidianas, desde amasar pan hasta la crianza de aves. En consecuencia, algunas tradiciones incluían encender velas utilizadas en ceremonias religiosas como las de Jueves Santo, demostrando que el miedo y la fe a menudo han ido de la mano para calmar a los más temerosos.
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