24h Murcia.

24h Murcia.

Murcia recuerda sus raíces de Halloween con la celebración de 'Tosantos', llena de misterio y terror.

Murcia recuerda sus raíces de Halloween con la celebración de 'Tosantos', llena de misterio y terror.

El 30 de octubre en Murcia evoca un pasado rico en tradiciones que trascienden las calaveras de plástico y el consabido juego del truco o trato. En un relato a Europa Press, el cronista cultural y periodista Antonia Botías nos recuerda cómo la ciudad, en otro tiempo, sintonizaba con un Halloween más auténtico y profundo: el 'Tosantos'.

Esta festividad, también conocida como Todos los Santos, está impregnada de prácticas ancestrales que se pierden en el tiempo, pero que aún laten en la memoria colectiva de la región. Botías expresa que en esas noches, el aire gótico se mezclaba con rituales emocionales, creando un ambiente visceral que contrasta con el Halloween comercial que conocemos hoy.

El 'Tosantos' es una herencia cultural que merece revitalización, según afirma el cronista. En las vísperas de esta fecha, las familias murcianas se dedicaban a un ritual de limpieza y preparación del hogar, colocando sábanas frescas y encendiendo mariposas de aceite, guiadas por la creencia de que sus seres queridos difuntos regresaban a descansar en sus hogares.

Se trataba de una atmósfera donde la voz de las abuelas resonaba con advertencias: "¡Silencio, no despertéis a las ánimas!", mientras los más pequeños eran mantenidos a rayo de su curiosidad. Aunque la costumbre ha ido decreciendo, todavía se puede observar en algunos rincones de la huerta murciana.

Antes de que el conocido 'trick or treat' se instaurara en las calles, los niños salían por los caminos, pidiendo presentitos de puerta en puerta. Recitaban un popular verso: "La orillica del quijal, si no me la das te rompo el portal", refiriéndose a pequeños productos de la huerta que se quedaban sin vender.

Las recompensas para estos pequeños mensajeros variaban, desde panochas hasta granadas, como símbolo de generosidad que caracterizaba la sociedad murciana en estas fechas. Al mismo tiempo, los adultos también contribuían, siendo comunes los regalos a quienes más lo necesitaban. Sin embargo, también existía un lado travieso, donde algunos jóvenes aprovechaban para tapiar puertas o hasta robar macetas, dejando a sus novias un toque de romance caótico.

La tradición de las calabazas no es algo novedoso; se remonta a generaciones pasadas, donde se vaciaban este tipo de frutos, dándoles forma con cuchillos y llenándolos de velas, convirtiéndolos en 'calabazas de las ánimas'. Estas ilustraciones lumínicas no solo buscaban asustar, sino que también recordaban el paso de las almas, camuflándose en la oscuridad de la noche.

Botías hace referencia a relatos históricos donde se menciona que durante el 'Tosantos', era tradicional saborear gachas y arrope, un equivalente a las delicias que hoy conocemos en otros puntos de España. Esta cercanía con costumbres similares pone de manifiesto el entrelazamiento cultural que une a diversas localidades a través de sus remembranzas hacia lo sagrado.

La exquisita tradición de los 'huesos de santo' también está presente en Murcia, siendo famoso el dulce preparado por el maestro Francisco Amorós en la confitería La Milagrosa. Este manjar solo era producido en esta época, requiriendo un laborioso proceso de elaboración durante 20 días que lo convertía en un verdadero tesoro gastronómico.

En la huerta, los 'tostones', palomitas de maíz bien saborizadas, eran un símbolo de estas festividades; junto al aroma que perdura hasta hoy, recordando a los murcianos las tradiciones que aún persistimos al celebrar el Día de Todos los Santos.

El 'moco de pavo' es otra flor que, aunque hoy casi ignorada, adornaba las tumbas de los difuntos, evocando la conexión cultural con el pasado. Aunque ahora las flores más comunes son claveles y rosas, el amaranto sigue siendo un símbolo de la memoria y la tradición.

La tradición de los Auroros, quienes todavía visitan los cementerios para cantar sus salves, es un recordatorio de que la conexión entre vivos y muertos perdura. Así, el mes de noviembre comienza con la festividad de Todos los Santos, un momento de calma para los antiguos huertanos, marcando el fin de cosechas y preparando la tierra para el descanso invernal.

En este día, la gente visita los cementerios, un refugio para recordar y reencontrarse con aquellos que se han ido. Los niños juegan y los adultos comparten historias junto a las tumbas de sus seres queridos, un encuentro entre pasado y presente que se enriquece con cada campanada que resuena, recordando la fragilidad de la vida y la dedicación a quienes nos han dejado.

Las campanas no solo marcan el tiempo; son un eco de caridad y devoción que despierta la memoria de aquellos que aún necesitan nuestro recuerdo. En esta noche de almas, su repique incesante se convierte en una melodía que envuelve a la comunidad, instando a todos a unirse en oración y respeto hacia los que ya no están.